domingo, 30 de agosto de 2009

Rusia y la expansión del capitalismo Industrial

Rusia, poblada por migraciones eslavas que se establecieron en torno a las cuencas de los ríos Dniéper y Volga desde antes de la era cristiana, permaneció aislada de Europa occidental y del comercio mediterráneo durante la Baja Edad Media, a raíz de las dominaciones mongol y tártara. Estas civilizaciones asiáticas ahogaron el desarrollo del estado de Kiev, que había mantenido fluidos contactos con Bizancio y permitido el ingreso del cristianismo, y del principado de Moscú. Kiev y Moscú eran, precisamente, las dos principales entidades políticas, económicas y culturales de un enorme territorio feudalizado al máximo y en el que se mezclaban pueblos de los continentes asiático y europeo.

La lucha contra los mongoles y el respaldo de la Iglesia fortalecieron el principado de Moscú durante el siglo XIV, hasta que, en el XV, Iván III liberó Rusia. Paralelamente, los moscovitas se expandían territorialmente y se convertían en el centro religioso del país. En 1439, Moscú rechazó la reunificación de las iglesias oriental y romana, y su iglesia se independizó de Constantinopla.

La formación del estado

Iván III continuó ganando territorios hacia el este y el sur -igual hicieron sus sucesores Basilio III e Iván IV-, al tiempo que organizaba un estado fuerte, centralizado y sometido a un mismo sistema administrativo. En la primera mitad del siglo XVI, el estado ruso vivió un período de apogeo y modernización, aunque siempre sometido a gobiernos autócratas. Si Iván III había adoptado el título de soberano de todas las Rusias, Iván IV se proclamó zar -equivalente a César-, denominación que tendrían en adelante todos los soberanos rusos.

En la segunda mitad de su reinado, Iván IV se ganó el sobrenombre de "el Terrible", por el régimen de terror que impuso a través de la oprichnina, una organización policial secreta que le permitió ahogar todo intento opositor. La situación del reino era muy grave, el descontento de los campesinos -sometidos a la pobreza y la opresión- crecía, y una guerra con Suecia terminó con pérdidas territoriales. Los sucesores de Iván el Terrible heredaron un estado en ruinas, en permanente agitación política y social, y con suecos y polacos amenazando las fronteras.

LA EXPANSIÓN DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL

Durante la segunda mitad del siglo XIX, la industrialización europea alcanzó enormes proporciones. La competencia de los diversos estados por los mercados internacionales, que era estimulada todavía más por las exposiciones industriales -concebidas en función de una confrontación internacional del rendimiento-, llevó a la industria a un alto nivel de esplendor.

Desde 1830 se generalizó en Europa la producción industrial masiva, que se había iniciado ya con anterioridad. Los progresos más fecundos se dieron en la industrialización de Gran Bretaña. Del 1830 al 1880, la economía británica sufrió cambios radicales en la producción de bienes de todo tipo, y el trabajo artesanal dio paso definitivamente a la producción industrial masiva. Los estados continentales se incorporaron al proceso de industrialización a lo largo del siglo XIX.

Nacía el capitalismo entendido como una producción masiva de mercancías destinadas a la venta. Un sistema, por tanto, necesariamente expansivo, con tendencia a la internacionalización en búsqueda de nuevos mercados, donde exportaba el propio modelo económico. Sin embargo, cuando esa elevada producción no podía venderse y quedaba bloqueada, se producían graves crisis que los estados se veían incapaces de resolver.

Desarrollo de la minería

A lo largo del siglo XIX, para asegurar el creciente consumo de energía que demandaba la floreciente industria, se recurrió al carbón, en cuya obtención y elaboración Gran Bretaña gozaba a mediados de siglo de la supremacía total. Tan sólo a partir de 1850 comenzaron los restantes países europeos a extraer este combustible fósil en su propio territorio, y Alemania, con sus riquísimas minas del Ruhr, del Sarre y de Aquisgrán, a las que luego se añadieron las de la Alta Silesia, arrebatada a Austria, fue convirtiéndose poco a poco en el principal proveedor para la industria continental.

En paralelo al rápido desarrollo de la minería europea, tuvo lugar un incremento cada vez mayor de la metalurgia. El hierro y el acero eran los materiales más solicitados para construir la maquinaria y los medios de transporte -ferrocarril y barcos de vapor-.

En un largo proceso, distintas regiones de Europa consiguieron incorporarse a la sociedad industrial. A comienzos del siglo XIX, Gran Bretaña ya había logrado modernizar la economía, con el consiguiente avance tecnológico. Francia y Alemania siguieron el mismo camino y, a mediados de la centuria, ya habían conseguido un alto desarrollo industrial y tecnológico, si bien Gran Bretaña, pese a la crisis de 1870, se mantuvo en primer lugar en cuanto a la renta per cepita, el comercio internacional y las inversiones extranjeras. En el mar también era hegemónica, tanto por su flota mercante como militar, con una presencia cada vez mayor de los barcos de vapor, lo que se acentuó todavía más con la apertura del canal de Suez (1869).

Otros países -en especial, Rusia, Austria y la recién unificada Italia- siguieron un modelo de industrialización distinto. El lastre de una agricultura semifeudal limitó las posibilidades de sus mercados internos y, por lo tanto, sus disponibilidades técnicas, financieras y empresariales. Estos factores también restringieron su capacidad de expansión internacional. Tanto en Austria y Rusia, como en Italia y España, la supervivencia del Antiguo Régimen, la persistencia del latifundismo y la prolongación de industrias rurales (la llamada "protoindustria") hasta épocas muy tardías limitaron de tal modo el crecimiento

Del carbón al petróleo

La búsqueda de un combustible mejor para el alumbrado, condujo a explorar los derivados del petróleo. En 1852, Gessner descubría el queroseno. La primera perforación se realizó 859 en Oil Creek (Pensilvania, EE.UU.). A lo largo del siglo XX, el automóvil y la creciente demanda energética desplazarían el carbón.

Las acciones y la bolsa

Para conseguir la financiación que requerían las inversiones en maquinaria y tecnología, las empresas optaron por fomentar la participación de inversores en forma de acciones. Esto significó el nacimiento de las sociedades anónimas y la consolidación de la bolsa en las principales ciudades.

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